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Este mes han entrado en vigor las Zonas 30 en España. Muchos conductores se preguntan todavía por la idoneidad de esta medida, que se ha estado implantando previamente en un puñado de ciudades que han servido de avanzadilla. Quizá estas personas desconozcan un concepto que, en años venideros, irá adquiriendo importancia en el tráfico de las ciudades: el de “shared space” o espacio compartido.
¿En qué consiste esto? Es muy sencillo. Parte de minimizar la segregación en el espacio urbano, lo que supone la eliminación de bordillos y señalética de tráfico en general. Esta concepción prevé que la convivencia entre peatones, conductores y otros elementos vulnerables (bicis, motos, patinetes o VMP últimamente…) será más respetuosa. Y que se reducirá la velocidad en general.
No todo el mundo acepta esta visión de la ciudad que, evidentemente, requiere de tiempo y pedagogía; especialmente en entornos donde las limitaciones de velocidad están tan mal vistas. Por ejemplo, el colectivo que representa a las personas con discapacidad, a día de hoy, muestra su preferencia por el modelo tradicional (donde la separación entre peatones y vehículos es total).
¿Dónde surge esta historia?
El ingeniero neerlandés especialista en tráfico Hans Monderman fue quien acuñó el concepto de espacio compartido (o “shared space”), aplicándolo en una ciudad piloto: Frisia. Allí, el municipio de Makkinga -con 1.000 habitantes- eliminó señales, semáforos y aceras bajo un límite de velocidad inamovible y estricto (30 km/h). Ni señal de aparcamiento había.
La cosa había tenido su gracia. El ayuntamiento se había percatado, años antes, de que al quitar la señalética, por una gran remodelación, el número de accidentes había bajado. Monderman les recomendó que no las pusieran de nuevo. “Cuantas más reglas se nos imponen, más se debilita nuestro sentido de la responsabilidad individual”, recogió ABC en 2012.
Ciudades libres de señales de tráfico
Alemania, Bélgica, Dinamarca o Reino Unido fueron países donde, entre 2004 y 2008, siguieron esta tendencia en algunas de sus provincias. En el condado inglés de Wiltshire, con 720.060 habitantes actualmente, la siniestralidad bajó un 35 %.
Pero es que en la citada Frisia se habría reducido la mitad, 11 años después de haber eliminado las señales. En cuanto a nuestro país, podemos citar el ejemplo de Amorebieta, en Vizcaya, que eliminó sus semáforos en 2000, reduciendo drásticamente los accidentes (un 80 % en 2010).