El diccionario clásico de María Moliner define el anglicismo aquaplaning como “deslizamiento incontrolado de un vehículo por existir una capa de agua en el pavimento que impide la adherencia de las ruedas”. Aunque hay quienes lo han castellanizado -denominando el fenómeno como hidroplaneo y acuaplaneo-, utilizaremos el término más conocido que, en la actualidad, sigue siendo aquaplaning.
Siempre que hablemos de cómo conducir con lluvia de forma segura, inevitablemente, aparecerá la palabra aquaplaning. Y eso que es una situación que no suele presentarse habitualmente, según escribe Bernabé Jiménez Padilla en el manual formativo “Técnicas básicas de mecánica de vehículos”. Lo que no quita que sea altamente peligrosa.
El aquaplaning, dice Jiménez Padilla, “se presenta cuando se circula sobre mojado y la presión del agua que se evacúa por el dibujo de la banda de rodadura se iguala a la presión exterior”. El efecto patinaje que se produce hace que el vehículo pierda “toda la adherencia necesaria para circular recto, así como en los cambios de dirección de las curvas”. La pérdida de la tracción es la consecuencia. Y el control del volante.
Lo importante, más que nada, es evitar este efecto antes de que tenga lugar. Por ello, la profundidad del dibujo de los neumáticos ha de ser la correcta, puesto que gracias a estos surcos la rueda podrá evacuar bien el agua. La presión del neumático importa igualmente. Pero quizá la recomendación clave sea mantener una velocidad adecuada, evitar frenazos -así como cambios de dirección bruscos- cuando conducimos en carreteras cubiertas con una capa de agua, nieve o hielo… por fina que sea.
La profundidad del dibujo de los neumáticos ha de ser la correcta, puesto que gracias a estos surcos la rueda podrá evacuar bien el agua
Si el coche nos juega una mala pasada, o sencillamente no hemos seguido las recomendaciones anteriores… una balsa de agua, un charco, pueden ser peligrosísimos. Si estamos ante una situación de aquaplaning, tendremos que seguir los siguientes consejos: