Empieza el frío y, con él, las dificultades a la hora de conducir por los efectos de las temperaturas. La población acostumbrada a las nevadas está preparada, sin duda, para los rigores de la nieve. Sin embargo, si vivimos en tierras con climas más amables, tendremos que conocer cómo afecta el frío y la nieve a las carreteras por las que transitamos. Más todavía si nos dirigimos a rescatar a otro vehículo en apuros, como es el caso de los operadores de auxilio en carretera.
En primer lugar, la conducción con nieve presenta dos dificultades que habrá que tomar en serio:
Pero es que la nieve, dura o blanda y recién caída, conlleva bastantes peligros. La recién caída, de hecho, produce los mismos efectos que las primeras gotas de agua al mezclarse con la superficie y la suciedad de la calzada. Una nevada fuerte puede ocultar las marcas viales y la señalética, de modo que debemos prestar especial atención.
Si está nevando, habrá que encender las luces de cruce o las antiniebla delanteras, poniendo en marcha el limpiaparabrisas, y cuidando asimismo mucho de que el líquido contenga anticongelante.
Ante una superficie nevada, el sol puede deslumbrarnos, dado que refleja intensamente su luz sobre el manto blanco. Es recomendable utilizar gafas de sol, si se dan estas circunstancias.
Asegurarnos de que el guardabarros no acumule nieve, puesto que podría afectar en las curvas y otras maniobras.