El túnel de carretera es una importante infraestructura que nació para sortear obstáculos acuáticos y orográficos en general: desde ríos a colinas y montañas. Los británicos lograron atravesar el Támesis por carretera gracias al túnel de Blackwall, de 1.361 metros de longitud y construido en 1897, como cuenta Ana Tapia Gómez en “Topografía subterránea” (2005). La autora habla, sin embargo, del túnel de Holland (Nueva York) como el primer túnel para vehículos a motor propiamente dicho; este cruzaba el río Hudson y fue abierto a la circulación en 1927. Está registrado como uno de los Lugares Históricos estadounidenses.
Tapia Gómez explica que, a medida que el automóvil y el transporte por carretera fueron evolucionando, se fueron construyendo más túneles. Al igual que pasaba con los túneles para el ferrocarril, por carretera era necesario que las rutas fuesen más directas, eliminando las fuertes pendientes.
Circulando por un túnel: consejos
Cuando nos adentramos por un túnel, es necesario tener en cuenta las características del mismo: su kilometraje, los carriles con los que cuenta, si es de doble sentido, etcétera. No es lo mismo un túnel de dos carriles de poca longitud que megainfraestructuras como los túneles de la M-30 (Madrid): la mayor red de túneles urbanos de Europa. A mayor densidad de tráfico habrá que tomar más precaución.
La seguridad vial en este tipo de infraestructuras está marcada por las circunstancias ambientales que experimentamos al entrar en ellas. La visibilidad disminuye mucho, para empezar. Y cualquier temeridad puede salir cara. Tampoco basta solamente con encender las luces o quitarse las gafas de sol al entrar.
He aquí algunas recomendaciones básicas: