Si nuestra actividad diaria profesional está relacionada con la conducción, es evidente que desarrollamos una serie de conductas automáticas nada más subir a nuestros vehículos. Aunque dichas conductas no requieran de un control estricto, en lo que atención se refiere, tendremos que contar, siempre, con esta atención, dado el papel que juega durante la conducción.
La atención cumple tres funciones principales, dentro del procesamiento de la información, a saber:
Cuando estamos iniciándonos en la conducción, la atención es máxima. Como conductores noveles, nos sentimos inseguros y evitamos las distracciones al volante. Otro gallo canta cuando pasa el tiempo y nos confiamos. Un estudio de la Fundación RACC de 2008, citado por la Dirección General de Tráfico (DGT), concluye que la distracción es un riesgo no percibido por parte de los conductores.
Las distracciones pueden ser visuales, pero pueden afectar a otros sentidos (auditivas). Las hay físicas y cognitivas. Quizá estas últimas sean, en particular, peligrosas. Cuando nuestro pensamiento no está en la conducción, sino en un tema que nos preocupa u ocupa -por lo que sea-, apenas somos conscientes de ello.
Taxistas, conductores profesionales, chóferes de autobús, transportistas, operadores de auxilio en carretera… en todas estas profesiones se hacen muchos kilómetros, dentro de cada vehículo respectivo. A veces, esto supone mucho tiempo. Trayectos largos. La monotonía de la carretera se hace cuesta arriba. La atención peligra.
¿Cuáles serían las pautas para mejorar la atención? Enumeramos una serie de recomendaciones que, si se prevén antes de empezar el turno de trabajo, pueden sernos de mucha ayuda para tener a raya la atención al volante:
Empezaremos activando el manos libres y programando el GPS.