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18/09/2023El temor a la agenda en blanco, la ansiedad pre-vacacional… son síntomas de la fobia al tiempo libre. Que añade aún más estrés a la ya de por sí estresante vida posmoderna. Conviene parar, detenerse. Pensar.
“¿A qué dedicamos el tiempo libre?” Aunque suene a letra de canción de nuestro querido compositor José Luis Perales, esta pregunta tiene su miga. ¿Realmente descansamos durante las vacaciones, o días de libranza? ¿Deseamos desconectar de verdad? ¿Estamos conectados a nuestras ocupaciones de manera obsesiva? ¿Cómo influye la autoexigencia en los distintos sectores profesionales?
En 2017, el psicólogo Rafael Santandreu, autor de “El arte de no amargarse la vida” (Paidós, 2014), hablaba de la ociofobia como nueva enfermedad. En una entrevista a El Periódico describiendo este mal como “el temor general a no tener nada que hacer”, y hablaba de la ansiedad como síntoma que se manifestaba antes de las vacaciones, también los fines de semana. Y es que el concepto plan de ocio, para ciertas personas, puede convertirse en algo estresante per se (lo explicaremos más abajo).
Tiempo para el negocio, tiempo para el ocio
“La ociofobia se ha agudizado por la corriente social de la superocupación, porque se han endiosado los conceptos de la eficacia, el logro y la realización, no la felicidad”, explicaba Santandreu en la misma entrevista. Recomendaba, asimismo, un uso moderado de los móviles para cuestiones estrictamente profesionales, y una vuelta incluso a la telefonía fija para los contactos personales.
¿Es demasiado pedir, por parte de Santandreu? Seguramente, teniendo en cuenta que no todos los sectores profesionales son iguales. El del auxilio en carretera, con una demanda 24 horas/7 días a la semana/365 días al año, pone difícil este tipo de prácticas. Pero hay que recordar que el sistema de trabajo por turnos debería ser suficiente para reglamentar los tiempos, separarlos como es debido; de hecho, herramientas como el tacógrafo están precisamente para eso, para controlar los tiempos de descanso.
Por otro lado, desde que empezó a hablarse de la fobia al ocio nos ha pasado por encima una pandemia global -la COVID- que ha puesto patas para arriba la organización del trabajo, introduciéndose conceptos como el trabajo a distancia (teletrabajo) en ciertos sectores. Y que, en su peor praxis, han difuminado más aún los límites entre el horario laboral y la vida personal y familiar.
Es obvio que si no se descansa, no se rinde después. Y el ocio forma parte de la vida, por mucho que el trabajo sea un puntal de la misma. Organizar un tiempo libre lo más saludable posible, entretenido, disfrutando de aficiones, dedicándose tiempo a uno mismo también… debería ser un horizonte que hiciese del ocio algo amable, no temible ni angustioso.
¿Motivos para odiar el tiempo libre?
En realidad esta situación de ociofobia puede darse por múltiples factores. Podemos encontrarnos en un contexto de conflicto doméstico -con la pareja, los hijos, la familia…-, o temer el aburrimiento existencial, o sucumbir a la exigencia laboral, que casi convierte en prohibido el hecho de tomarse un descanso vacacional. Quizá confrontar cada una de estas realidades individuales sea lo mejor para superar una fobia sobrevenida en unos tiempos donde el simple hecho de aburrirse parece un sacrilegio. Y no lo es.
Los psicólogos hablan de plantar cara a la autoexigencia, si es nociva. ¿Cómo? Aprendiendo a decir no, poniendo límites a los demás, reconociendo nuestros logros, analizando las metas que queremos conseguir, eludiendo la culpa cuando estas metas no se consiguen. Recordémoslo: somos humanos, no máquinas infalibles.
Una sobreorganización del ocio puede hacer que éste se convierta igualmente en algo odioso, de ahí que, desde hace unos años, haya estudiosos del tema que hablan de un rechazo hacia una calendarización del tiempo de asueto un tanto extrema. “Los ratos libres, una vez programados, se convierten en un trabajo más”, decía la experta en Marketing y Logística Selin A. Malkoc, de la Universidad de Washington, citada por El Confidencial.