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04/02/2021El comportamiento humano en la conducción depende mucho de las circunstancias personales, así como de las ambientales. El atasco, en especial en las grandes ciudades, es causa de males relacionados con el estrés.
Se consideran “microestresores”, según los especialistas. Los atascos de tráfico pertenecen a ese grupo de pequeños problemas e inconvenientes que, diariamente, sufrimos. El Informe Anual de Medición de Tráfico publicado por Inrix en 2016 -y en el que participó la Fundación RACC-, estudiaba la congestión en más de una decena de países europeos en 2015, arrojando cifras un tanto estresantes y mareantes, al menos en el caso español, que es el que nos interesa.
Aunque la lista la encabezara Bélgica -con 44 horas-, pasar 18 horas de media al año encerrados en el coche y sin poder circular con fluidez es… demasiado. Sobre todo en Barcelona (con 28 horas en atascos) y Madrid (con 21 horas), las ciudades donde el atasco es moneda común. Sevilla, Bilbao, Valencia y Zaragoza completaron la lista, que iba de las 18 horas a las 11 horas. Un tiempo excesivo dentro del habitáculo de nuestros vehículos, en cualquier caso.
Psicología del tráfico
¿Y qué es lo que tiene que decir la psicología del tráfico al respecto? Bastante. El tiempo es un bien demasiado preciado para los seres humanos. Si hemos de perderlo necesariamente encerrados en un habitáculo, y rodeados de otros vehículos o de gente más o menos airada, esto no podría más que generar frustración y estrés.
Un embotellamiento entraría dentro de las condiciones externas a las que nos vemos sometidos al conducir, y, al igual que la climatología adversa, no es algo que podamos controlar ni dependa de nosotros.
Pero la pérdida de tiempo, a posteriori, puede ser motivo que impulse a conducir más rápido, asumiendo más riesgos al volante de la cuenta. “Llegar a tiempo” puede convertirse en un impulso claramente temerario.
Consecuencias de los atascos
Entre las consecuencias de los atascos está también la carga mental, puesto que “pueden darse dificultades para dividir la atención entre lo proyectado en la retina central y la periférica”, a diferencia de cuando nos encontramos en un contexto de tráfico fluido, según explica Amaro Egea Caparrós (Universidad de Murcia).
El ruido no ayuda tampoco. Así lo demostró el Instituto del Ruido de Londres que, en 2018, publicó un estudio donde relacionaba el volumen de ruido con los ingresos hospitalarios en urbes como Madrid. La contaminación acústica está detrás de problemas como la sordera o las cefaleas.
Aunque el estrés y la ansiedad son los efectos “estrella”, a nivel psicológico, que genera el hecho de pasar buena parte de la vida en una caravana. A la larga, los problemas cardiovasculares y los trastornos del sueño podrían ser una consecuencia directa del tráfico denso.