Fue el 1 de abril del pasado año cuando entró en vigor el sistema eCall -abreviatura, en inglés, de “emergency call” o llamada de emergencia, cuya primera implementación se estudió en 2009- en todo el territorio europeo. Se trataba, se trata, de una tecnología preparada para contactar desde un vehículo accidentado con los servicios de emergencias de cada país (en España, el número 112). Según las estimaciones realizadas, un sistema como este, una vez introducido en todo el parque automovilístico, podría llegar a salvar 2.500 vidas al año en Europa.
Cuando hablamos de “instalar ecall”, nos referimos a turismos y furgonetas de nueva homologación, que deberán ya estar equipadas con este sistema de llamada de emergencia automática. Con respecto a las motos todavía se están realizando pruebas, calibrándose la idea de colocar sensores en el casco o en la ropa del motorista para poder activar estas llamadas.
Al saltar los airbags, durante un accidente, el sistema se activa, y se establece una conexión de voz con el centro 112, de manera que pasa a ser una alerta con la mayor prioridad; manualmente, tanto la persona conductora como el resto de ocupantes del vehículo pueden pulsar el botón SOS que llevan los vehículos con eCall. Los servicios de rescate disponen, así, de una información inmediata valiosísima: tipo de vehículo, matrícula, marca, modelo, combustible, ocupantes del vehículo, etcétera. Datos cruciales para la asistencia inmediata en carretera.
Sin embargo, todavía no está generalizado el sistema, de modo que para quienes conducen vehículos más antiguos y necesitan a los servicios de emergencia la opción de llamar al 112 -teléfono gratuito que funciona siempre, 24 horas al día y 365 días al año- es la alternativa, por el momento, al eCall. Un sistema que, por otro lado, ha de ser recibido como una de las grandes apuestas en seguridad vial, en la que los vehículos de auxilio en carretera están tan implicados.
Reducir el tiempo de reacción a la mitad (un 50 % en zonas rurales, y un 60 % en zonas urbanitas), casi, para evitar muertes inmediatas, es un reto enorme. Pero posible de alcanzar. De hecho, entre 2005 y 2015, el número de fallecidos en las carreteras de la Unión cayó hasta un 43 %.